domingo, 10 de abril de 2011

Fin de semana entre Quijotes.


Comenzó el viernes muy bien, varias llamadas al movil coincidían en mostrar interés por ofertas enviadas los días previos y que, como si quisieran que la samana terminara con buen sabor de boca, respondían ahora de forma positiva.
La tarde fue aún mejor, Leyre estuvo en casa y disfruté como nunca con sus sonrisas y sus caras. A última hora nos dimos un buen paseo por los alrededores de casa (entre achuchón y achuchón). Cuando volví de dejarla con la otra abuela me pasé por "el Armando". Allí el nuevo consejo rector de la cooperativa Covibar había organizado una lectura colectiva de El Quijote. Asístí para escuchar a varios amigos y especialmente a Elena.
Fue un rato excelente en el que todos leyeron con pasión y entrega y, por supuesto, la mejor mi mujer.
En la misma sala de la lectura los organizadores tuvieron el acierto de poner unas mesas con bebidas y canapés para que a la vez que llenabamos el intelecto hicieramos lo propio con el estómago. Yo le dí a un excelente vino de Valdepeñas, cómo no, y a un riquísimo jamón ibérico que todavía recuerdo con nostalgia.
Mientras daba buena cuenta, o quizás por ello, de una de las multiples lonchas que por mis dedos pasaron, uno de los organizadores me preguntó si quería leer uno de los textos previstos.
Probablemente como consecuencia del valdepeñas contesté sin dudar que por supuesto y al rato estaba junto al micrófono narrando las aventuras del ingenioso hidalgo.
Pasamos un rato excelente, con lecturas entre amigos, con buen queso, buen jamón y mejor vino.

El sábado fue la presentación de la candidatura del PSOE de Rivas al Ayuntamiento.
También allí estuve entre quijotes que piensan dejarse la piel contra los molinos de quienes, a uno y otro lado, pretenden hacernos comulgar con ruedas de molino o más bien con nuevas plantas de basura, como si todavía no tuvieramos suficente.

sábado, 2 de abril de 2011

La rueda de la vida sigue girando


En los últimos días no he podido escribir nada. Hoy sábado en Fernán Caballero he cogido el ordenador. Hace una semana que papá comenzó su último viaje y vinimos a nuestra tierra a despedirle. Fue un día lluvioso, negro, horrible.
Cuando iba detrás de su coche, en muchos tramos a 80 km/h. para llegar a la hora establecida, se me agolpaban innumerables recuerdos. Recordaba cuando nos trasladamos a vivir a Madrid. Transportamos los muebles en un pequeño camión que servía para repartir el pan por los pueblos cercanos al nuestro. Mis padres y yo viajamos sentados junto con los muebles y al llegar a las afueras de Madrid mi padre se pasó a la cabina para indicar al conductor el itinerario a seguir. Tuvimos que quitar varias sillas y algún que otro mueble para poder bajar del camión.
Recordaba el susto y el sofocón que se llevó mi madre cuando la avisaron del vuelco de la furgoneta de la cafetería California que transportaba a los trabajadores del turno de noche a sus casas.
Qué mal rato me hizo pasar el día que me preguntó como resolver determinados problemas de matemáticas, eso sí, desde entonces no se me olvidó como hallar el tanto por ciento.
De pequeño lo que más me gustaba era ir de excursión. Recuerdo sobre todo excursiones a la Casa de Campo y a los alrededores del pantano de Gasset, en Fernán Caballero.
Este fin de semana hemos vuelto a la casa familiar. No quería dejar pasar mucho tiempo so pena de luego ser incapaz de volver. He venido con Carlos, Jesy y Leyre, con ellos lo estoy pasando de maravilla, hemos ido a los lugares obligados a enseñárselos a Jesy, "los olivos", "el canal de alimentación", el pantano, el camino de Picón ... Hemos montado en bici, con Leyre metida en una mochila a la espalda de su papá, perseguido las gallinas del "bisa" o ido al horno del pan a por bollos para el desayuno.
Pero a la vez ha sido duro enfrentarme a tantas situaciones que siempre hice con él, desde encender la caldera, ir a la cooperativa a por aceite o comprar queso en el Rocinante. Cuando encendía el fuego para la barbacoa y daba vueltas a las chuletas recordaba cuantos ratos habíamos pasado los dos juntos realizando eso mismo, con un botellín en la mano, mientras "las chicas", su querida nuera Elena o mi hermana Carmen preparaban una ensalada o el primer plato que tocase ese día.
Pero ahora Leyre ha dado un grito de risa, recien bañada, con el pelo mojado y un precioso albornoz, viene en brazos de su padre, radiante, preciosa, riquísima y la rueda sigue girando pero ... nunca te podremos olvidar.