miércoles, 16 de febrero de 2011

A Valencia en el AVE

Subo a las 7:40 y llegamos puntualmente a la estación de Joaquín Sorolla a las 9:10, qué gozada, a penas acababa el períodico y ya estaba llegando.
Iba a una feria de energías renovables y gracias al AVE pude estar un sólo día sin tener que pasar una noche fuera.
Recuerdo mis primeros viajes en tren y qué diferencia, claro que cuántos años de diferencia.
Lo primero que sorprende (o no tanto ya) es la cantidad de gente con un portatil abierto, casi parecía un aula de informática.
Lo segundo la velocidad (sin que se note nada), de vez en cuando miraba el display que marca la hora, la temperatura y la velocidad y alucinaba cuando veía 300 km/hora.
Uno de los del portatil era mi vecino de asiento. No paró de teclear todo el trayecto, debió de escribir media novela. Claro que se desquitó en la última parte del viaje, cuando se puso a dormir y a roncar como un hipopótamo.
Un poco más delante se sentaba un dandy italiano, traje de diseño, bufanda blanca, abrigo negro último modelo y, por supuesto, portatil.
A su lado, su compañero de asiento parecía un "obrero del metal" y resultó que cuando ví la pantalla de su ordenador (sí, este también llevaba portatil) tenía planos del diseño de un avión.
A mitad de camino, supongo que por Cuenca, el paisaje estaba nevado, precioso.
Junto a un gordito de cara redonda y mofletes colorados iba una rubia despanpanante que se pasó medio viaje durmiendo y la otra mitad dedicada a una sesión de chapa y pintura. Qué susto, parecía que se iba a sacar un ojo con el "palito" de pintarse las pestañas.

Y la puñetera puerta del vagón sin parar de abrirse y cerrarse cada vez que movía un brazo para pasar las hojas del períodico.

En esas estaba cuando llegamos a la estación, qué pasada.

Feliz semana.

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