jueves, 25 de febrero de 2010

Comiendo en la oficina

Llevo algo más de un año comiendo en la oficina y me alegro mucho de hacerlo.
Prácticamente toda mi vida profesional la he pasado comiendo fuera de casa (joder la de pasta que me he gastado). Desde los tiempos de Intereuropea en Aluche a los de Tecnipublicaciones en Manoteras pasando por Principe de Vergara, la Plaza de la Villa ó López de Hoyos, siempre he tenido trabajo por la mañana y por la tarde y, por tanto, al vivir en Rivas, he tenido que quedarme a comer fuera.

Claro que no todo es malo. He pasado muy buenos ratos comiendo con el bolillo y con Carlos en la cafetería Costa Rica en la que el camarero, un día que yo no estaba muy "católico", al pedirle una manzanilla me trajo una manzana diminuta.

En la época de la plaza de la Villa no podíamos quejarnos de escasez de sitios a los que acudir, prácticamente no repetiamos en varios días salvo cuando queríamos unos buenos huevos con patatas en Casa Ciriaco ó uno de los mejores cocidos madrileños (con permiso de Lhardy) en Casa Antón. Cuando venía Cuatrecasas (el director comercial de Cetisa) a Madrid siempre nos pedia ir a Casa Antón a comer su excelente cocido. Claro que si hay que hablar de disfrutar comiendo, ahí estaba Daniel. Creo que se pasaba 2 meses pensando en las angulas que siempre se pedía en la comida de Navidad (que por supuesto pagaba Cetisa).

Cuando nos cambiamos a López de Hoyos lo pasamos fatal. El contraste con la zona de la calle Mayor y aledaños era bestial pero ... hubo que buscar y algo encontramos. Estando ahí fue el atentado de las Torres Gemelas. Ese día estaba comiendo con Marta en la cafetería Rionosequé y faltó bien poco para que nos diera uno de los aviones, que cerca parecía que nos pasaba. Lo que si nos dió fue la comida.

Pero sin duda la peor zona ha sido la de Manoteras. "Mandagüevos" la peste, el ruido y la falta de sitio en los locales de la zona, empezando por el DeMadrid y siguiendo por los más cercanos.

Al venir a trabajar David a Tecnipublicaciones en octubre de 2008 nos planteamos traernos la comida de casa y comer en la sala que hay en la oficina.
Qué gran idea!! Fué un acierto y cada día me alegro más. Confieso que al principio (los 2 primeros minutos) me resultó un poco "dificil" pero enseguida nos sentimos como en casa. Y cuando él dejó de trabajar aquí, he continuado yo.

Ahora coincidimos en la misma mesa y hora un grupo con el que me siento muy agusto: María, Salva, Martín, Fernando y últimamente Cheli. Lo pasamos fenomenal comentando las anecdotas del día, los traseros más apetecibles de los alrededores (este tema lo tocamos antes de que llegue María) ó los últimos cotilleos del momento, cuan marujas enloquecidas. Eso sí, a Salva no hace falta animarle para que hable.
Poco a poco y sin darnos cuenta nos ha rodeado de reglas, claro que tan habilmente y con su encantadora sonrisa que ... ¿quien se resiste?: "chicos hay que avisar cuando uno no venga a comer", "si alguien baja a la calle que avise por si alguien le encarga comprar algo", "los jueves, qué os parece si traemos algo un poquitín extraordinario"...

María es la sensata y la que hace que no nos desmadremos, junto con Salva forman el bando redaccional al que a veces se une Martín aunque ahora esté en Distribución.
Del barrio "judio" procedemos dos, Fernando y yo. Y Cheli, nuestro penúltimo fichaje, desde Producción, nos ilustra no sólo en artes gráficas sino también en las gastronómicas.

Estos últimos días hemos coincidido con Rebeca, una becaria de documentación, encantadora, despierta, simpática, guapa ...eh! no pensar mal que podría ser mi hija!! Hoy me he llevado una grata sorpresa cuando hemos estado comentando nombres de profesores de la facultad de Historia y ver que hemos tenido algunos comunes ... a pesar de los muchos años que separan nuestro paso por las aulas.

Pues eso, ¿que más quieres?, buena comida, buena compañía y mejores precios ... está claro que hay que seguir yendo a este restaurante.

Buen provecho!!

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